lunes, 25 de mayo de 2009

Antonio vive en Miraflores y esta de vacaciones de la Universidad. Los ciclos son pesados y trabajosos, pero a Antonio siempre le gusto el Surf, y su relajo es ir a Punta Roquitas los fines de semana a correr olas. A veces se escapa durante la semana cuando tiene clases en la tarde. Para alguien que corre olas, a veces es una necesidad. Pero durante vacaciones es libre de pasarse todo el día si quiere tirado en la playa. Se va caminando cargando su tabla hacia el parque Isaac Rabin. La zona es bastante tranquila y todos los días bajan por esa bajada peatonal decenas de personas, tanto para correr olas como para mirar como lo hacen. La bajada es usada a veces también como un punto de observación, y mientras Antonio baja, ve a varios grupos de personas sentados sobre la baranda de la escalera viendo hacia el mar. Al llegar abajo, algo ha cambiado desde hace algunos años. Un edificio posicionado sobre el espigon, antes utilizado por pescadores artesanales, ahora da servicios a los Surfistas.

 

La concurrencia de gente a esta playa ha aumentado posiblemente al doble, y es usada incluso en horarios que Antonio no se hubiera imaginado. Mientras se aproxima al edificio, ve que las bancas preexistentes, antes deterioradas, se han cambiado por pequeños módulos con bancas, techos y sitio para apoyar las tablas. Además algo hace que el espacio se vea inusualmente amplio. Es la ausencia del  antes estacionamiento. Los conductores ahora se estacionan en una playa de estacionamiento que se encuentra en lo que fue el Muelle Uno. La gente ahora corre tabla hasta y desde el mismo espigon, cosa antes inimaginable. El baño que se construyo hace algunos años fue demolido. Este no solo no servia como vestidor, sino que también creaba una barrera que hacia que los surfistas no vayan mas aya del baño a la hora de correr o de pararse a observar. La zona utilizable ahora se va hasta el mismo espigon, con bancas, techos y miradores.

 

Pero Antonio no se acerca al edificio por pura curiosidad, la eliminación de los anteriores baños se dio porque ahora los nuevos vestidores se encuentran en este edificio. Y estos no solo cuentan con duchas, lavatorios y urinarios. También tienen zonas de vestuario y lockers para quien quiera alquilarlos y dejar su tabla y su wetsuit. La gente ya no necesita cambiarse en la orilla, cubiertos solo con la toalla. Además el servicio de guardarropas permite que Antonio vaya con tranquilo con algo de dinero para comprarse algo en el comedor a la hora que tenga hambre.

 

En el camino al vestidor encuentra un taller pequeño con una tienda, ahí venden accesorios. Entonces recuerda que necesita encerar su tabla y le pide cera al vendedor. Para su sorpresa, el vendedor se ofrece a encerarle la tabla por un poco más de dinero. Antonio no le parece mala idea, y mientras calienta y se va a cambiar, le deja la tabla, y al salir su tabla ya esta lista para meterse al mar. Al ver hacia el extremo del espigon, puede ver el comedor, con vista al mar, y al extremo una pequeña construcción de 3 pisos. Sabe que se trata de un hospedaje. Es usado por turistas que vienen en busca de playas para correr olas. A lo largo del espigon ve a un grupo que esta filmando hacia el mar. Algún corredor de cierto renombre debe estar en el mar, piensa.

 

Mientras observa el nuevo edificio, ve como empieza un ciclo de buenas olas, y no cree poder darle la vuelta al espigon para meterse desde la playa. Con este fin se ubicaron una serie de orillas artificiales de madera a lo largo del espigon. Antonio simplemente se acerca a una de estas y se lanza a correr.

 

Son las 5pm y el tío de Antonio; José se encuentra en su oficina en San Isidro. José tiene 48 años, y fue una gran influencia para Antonio, fue el quien le enseño a correr tabla. Pero en esta sociedad uno tiene que ganarse la vida, y pese al estilo de vida relajado del surfer, eventualmente tuvo que entrar en ese círculo vicioso de vivir para trabajar, si quería seguir adelante, y poder mantener una familia. Durante años se resistió a dejar su pasión, y se levantaba a las 5:30 de la mañana para ir a “correr una horita aunque sea antes de ir a la chamba”. Lo hacia llegar despierto al trabajo, pero con el pasar de los años, se hace cada vez mas difícil levantarse a esa hora y no llegar molido a la casa. Intento un tiempo saltarse el almuerzo y correr a medio día. Pero eso le genero un problema alimenticio y termino dejando su hobbie solo para los fines de semana, si el cuerpo le daba. Pero hoy, igual que un par de veces a la semana desde hace unos cuantos años es distinto.

 

6:30 José sale del trabajo y se dirige a Punta Roquitas, la razón, una práctica poco usual, el “Night Surfing”. Normalmente esta practica se limita a competencias y exhibiciones, pero de hace algún tiempo la iluminación de la playa permite que decenas de personas como José la practiquen de forma cotidiana. La razón de la poca difusión de esta modalidad es que normalmente las playas para surfear se encuentran en las afueras, no en plena ciudad. Esto los obliga a usar grupos electrógenos para generar fluido eléctrico, haciendo muy cara su práctica cotidiana. Además en el extraño caso que se encuentren en el casco urbano, siempre quedan los vecinos, a quienes no les debe agradar nada que las playas se iluminen de noche y que hagan bulla. Problema que tampoco se da en Lima, por la extraña condición del talud que rompe la relación entre la playa y la ciudad. Esta es la razón que justifico la construcción de un hospedaje en el mismo espigon. Una condición tan particular atrajo a muchos turistas que venían con fin de practicar esta modalidad fuera del entorno de una exhibición. Si tan solo el cielo estuviera más despejado seria perfecto.

 

José llega a Punta Roquitas, estaciona tranquilo el carro y va directo a los vestidores. Ahí el alquilo un locker donde guarda su tabla y su wetsuit. Se cambia y al salir se cruza con Pablo, ambos han sido amigos durante años, corrían tabla hace años en la Herradura, antes que Pablo Gutiérrez malograra el balneario. Hacia varias semanas que no hablaban, y quedan en ir a comer después de correr tabla. Ambos se meten al mar, la sensación de meterse de noche, con la luna y las luces de la ciudad iluminando las olas tienen algo de místico con olas, en algunos casos más grandes que las que se corren de día por cuestión de mareas.

 

Luego de un par de horas de correr, José y Pablo se van a cambiar, y se van al comedor. Este cambia durante las noches, y se vuelve en un restaurante de mariscos. Ambos comen, se toman un par de cervezas y discuten sobre sus problemas del trabajo y como va la familia. A través de la ventana se puede ver mas surfistas adultos y turistas entrar al mar y correr, de igual forma que como lo harían de día. En medio de la conversación Pablo le menciona a José que el campeonato de Billabong es en dos semanas, en la misma playa y que no solo van a estar compitiendo surfistas de nivel internacional, sino que están trayendo a un grupo musical ochentero para que abra la fiesta después del campeonato. Hace años que no oye ese grupo, y piensa que seria interesante contarle a su sobrino Antonio para ir juntos ese fin de semana.

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