Un día de verano…
La familia Aguado vive en Barranco. Hoy es un lunes del mes de febrero, como todos los días de semana, papá Aguado se va a trabajar muy temprano, él trabaja en San Miguel y como siempre, usa la Costa Verde como vía de rápida, la cual recién han vuelto a abrir después de algunas obras que se estuvieron realizando. Sale junto a su esposa a las 8 de la mañana, llevando a sus dos hijos menores de 10 y 5 años a una nueva academia de natación que le han recomendado y le queda en camino.
Ya en camino, pasando el puente de la playa La pampilla, llegando al límite de Miraflores con San Isidro, se comienza a divisar un gran paisaje acuático, aterrazadas superficies de agua, puestas de una manera tan natural que pareciera que el mar y la naturaleza subieran y se infiltraran en la ciudad.
Papá Aguado se da con la sorpresa que el gran tráfico con el que se encontraba todas las mañanas en esa zona había desaparecido. Todo se debe a que han creado una nueva vía la cual va por abajo del acantilado, bordeándolo y conduciéndote a la entrada al estacionamiento del gran complejo acuático, donde queda la academia de los niños. Mamá convence a papá a quedarse una rato para ejercitarse, ya que al no haber tráfico aún tiene tiempo antes de irse a trabajar.
Papá Aguado decide quedarse y dirigirse a una de las piscinas públicas, en la parte media del acantilado, desde donde tiene vista de sus hijos en la academia y una vista espectacular de la bahía entera. Mientras tanto mamá Aguado se dirige al aquafitness para mantenerse en forma, desde donde también puede ver a los niños, a su esposo y desde donde también puede ver a su hijo de 16 años, el cual es deportista calificado, saliendo de su entrenamiento matutino de todos los días y dirigiéndose al gimnasio a completar dicho entrenamiento. Papá continúa su viaje al trabajo, mientras sale del estacionamiento aún puede ver a su familia en lo suyo, sumergida en el gran complejo.
Dan las 11 de la mañana los niños terminan su clase y sin necesidad de salir del agua se pueden dirigir a las piscinas lúdicas del parque acuático, donde pueden disfrutar y recrearse con el agua de todas la maneras inimaginables. Mamá se dirige al centro de belleza donde le realizan unos masajes y donde siente una gran paz que le da la iluminación y la vista al interior de las piscinas, generando unos suaves reflejos relajantes.
Llegó la hora del almuerzo y papá Aguado les da el encuentro, esta vez aproximándose por el lado de Magdalena – San Isidro, ahora observando el perfil del complejo el cual va posándose tan sutilmente sobre la topografía de forma tan natural, que pareciera como si te zambulleras y te infiltraras en el mar al igual que sientes que el mar se infiltra en la ciudad. La hija mayor de 21 años también les da el encuentro y la familia entera se reúne a almorzar en un restaurante del complejo, desde donde es tal el paraíso acuático que pareciera que estuvieras en una cápsula dentro del mar. Después del almuerzo cada uno vuelve a sus actividades, la mamá y los niños van a pasear a la orilla escalonada, desde donde se pueden percatar que mediante pasan las horas, por un lado de la orilla la marea va subiendo de nivel y por el otro lado el nivel de las piscinas lúdicas va bajando, generando nuevos espacios y nuevas situaciones.
Dan las 5 de la tarde, papá Aguado regresa del trabajo y mientras los niños se divierten con los chorros de agua que comienzan a salir de los nuevos espacios que quedan de las piscinas lúdicas, papá y mamá se dirigen a las piscinas termales a observar el sunset y a relajarse después de un largo día, mediante un circuito de mini piscinas que van ofreciendo diferentes intensidades de calor y diferentes visuales. Después de relajarse, recogen a los dos niños y regresan a su casa.
Ya son las 7 de la noche y el hijo mayor se reúne con sus amigos en las rampas y anfiteatros formados por las piscinas lúdicas que ya bajaron completamente su nivel de agua. Donde van jóvenes a montar skate o bicicleta bmx. Mientras otros hacen carreras de nado en la piscina en el mar, saliendo a unos vestidores en medio del mar casi imperceptibles.
Llegan las 9 de la noche la iluminación y los reflejos de las piscinas superiores se dirigen hacia la parte inferior del complejo donde se realizan las últimas actividades del día, eventos o conciertos en los anfiteatros. La hija mayor llega con sus amigas y se dirige al muelle que esta semi-hundido donde se encuentra un bar desde donde te sientes flotando en medio del océano, donde las olas van golpeando levemente las rocas y sientes la brisa marina, y desde donde se puede apreciar de las estrellas y el infinito del horizonte.
Un día de invierno…
Llegó el invierno. Hoy es un viernes de junio, la humedad y la neblina están más intensas que nunca. El hijo mayor como siempre sale muy temprano, antes de ir a estudiar, a su entrenamiento matutino. Horas después sale el papá y mamá Aguado con los niños y con dirección a la escuela.
Luego de dejar a los niños, como todos los días papá Aguado se trasporta por la Costa Verde y va con dirección al complejo donde al aproximarse se vislumbra los reflejos del agua entre la espesa neblina, un paraíso acuático difuso y contenido en una atmósfera traslúcida de neblina, en donde deja a la mamá que como siempre se dirige al aquafitness, donde ahora es una piscina temperada y techada, pero sin obstaculizar la visión a todo el complejo, donde después de ejercitarse un rato pasa a relajarse en las piscinas termales, las cuales se encuentran continuas a esta, a las cuales te trasladas sin necesidad de salir del agua, tan solo siguiendo los diferentes ambientes acuáticos, que se encuentras estratificados dependiendo de la intensidad de calor que emita el agua, lo cual te permite adecuarte a esta.
Son las 2 de la tarde y papá llega junto con los dos pequeños para almorzar en familia. Esta vez van al restaurante superior al borde del acantilado, al estar sentados se percatan que pareciera que estuvieran flotando en medio de las nubes. No logran divisar claramente el terreno del acantilado, solo logran ver algunos reflejos de agua.
Llegan las 5 de la tarde los niños empiezan su clase de natación, ahora como ya tienen un poco más de experiencia, van a pasar del circuito de niños al de adultos, mamá Aguado quiere estar cerca de ellos así que va a la cafetería donde tiene total control visual de los niños.
Son las 7 de la noche papá Aguado llega al complejo, desde su trabajo, pero ahora ya no observa tan claramente el perfil, sino observa un perfil difuminado, un juego de luces y reflejos en la neblina desde la cima del acantilado hasta el mar. Papá va a unas a las piscinas públicas temperadas a realizar un poco de ejercicio. Mientras tanto puede ver siluetas de personas en el show que se realiza en los anfiteatros que hay en la parte baja. Entre esas siluetas se encuentran mamá Aguado y los niños.
Son las 9 de la noche, después de haber dejado a los niños en la casa de su abuela en San Isidro, papá y mamá Aguado se dirigen hacia el complejo acuático con dirección al restaurante nocturno. Pero esta vez la aproximación ya no es desde abajo de la Costa Verde si no desde arriba, desde la boca del embudo de agua, donde pueden ver como este gran embudo de agua es una concentración y a la vez dispersión de agua, luz, reflejos, naturaleza, etc. Esta vez dejan el carro en el estacionamiento superior junto a las instalaciones de la piscina olímpica y se dirigen al restaurante caminando. El camino a pie al restaurante nocturno que se encuentra en el lado medio bajo del acantilado, es toda una experiencia, la cual la hace más interesante y mística la presencia de la neblina. El camino se encuentra en un nivel más bajo que la superficie de las piscinas, donde vas disfrutando de una serie de superficies laterales dependiendo del tipo de piscina que sea. (Diferentes colores, diferentes materiales, diferentes texturas, diferentes olores, diferentes sensaciones). Las sensaciones que priman son las que se perciben en un radio cercano, pero a pesar de que la neblina no les permite visualizar un horizonte, esta los envuelve en una atmósfera húmeda y acuática, complementándose con la iluminación y los reflejos de agua. Dentro de este camino se van abriendo ciertas visuales que les permiten ver al interior de las propias piscinas dependiendo de la actividad en estas y también les permites ver las relaciones o contrastes del complejo acuático con la naturaleza, como el vapor de las piscinas termales se va mezclando con la humedad y la neblina fría generando mayor difusión de la atmósfera o como te van generando diferentes horizontes artificiales por medio de piscinas “infinitas”. Después de este sensorial recorrido llegan al restaurante nocturno, el cual se encuentra como una isla en pleno paraíso acuático, donde se encuentran con sus amigos.
Mientras tanto sus dos hijos mayores se encuentran en las piscinas termales y anfiteatros de la parte inferior, cerca al mar, donde pasan música y se realizan proyecciones al cielo y a las piscinas envolviéndolos en una atmósfera totalmente distinta estando solo a unos cuantos metros de sus padres. Así es como se percatan que este es el lugar perfecto, que dependiendo de la ocasión este lugar puede crearles una atmósfera diferente, donde se dan una serie de dualidades que te permiten adecuarte perfectamente al lugar, donde pueden caminar o pueden navegar, donde pueden recrearse o pueden competir, donde pueden disfrutar del agua dulce como del agua salada, donde pueden estar cubiertos o descubiertos, donde pueden estar arriba o estar abajo, adentro o afuera, donde pueden estar compactos o dispersos y donde pueden estar tan conectados o tan desconectados, con el resto de personas, con el resto del complejo y con el resto de la ciudad.
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